
Me imagino que al igual que tú, nunca me imaginé vivir una situación de confinamiento como en la que ahora estamos. Quince días después me sigue pareciendo una situación increíble y sin embargo, era muy fácil que este escenario ocurriese debido a la deforestación, alteraciones o destrucción de los ecosistemas, a la configuración de gobiernos y un largo etc.
Aprovecho para recordar que tampoco nos imaginamos que podamos vivir en nuestra piel los efectos del deshielo, del aumento de la temperatura atmosférica, de destrucción reiterada de bosques, de la contaminación, etc. Y sobre esto sí que estamos harto avisadxs.
Tanto si lo habíamos visto venir como si nos hay pillado por sorpresa, aquí estamos, confinadxs en nuestras casas.
El mundo se ha parado
Aunque la situación de confinamiento pueda vivirse como terrible podemos pensar que el mundo se haya puesto en pause para darnos una oportunidad única de revisarnos y reflexionar sobre el tipo de vida que queremos porque ¿realmente estás deseando volver a tu vida anterior? ¿realmente estás deseando volver a los atascos, al cielo contaminado, a las prisas, a las horas maratonianas de trabajo, a la mala alimentación, a seguir aumentando tu huella ecológica, a la desconexión con las personas que amas, a aparcar tus hobbies, tu tiempo de ocio, tus proyectos e ilusiones personales?
Durante esta época de cuarentena muchxs hemos podido conectar con personas con las que hacía tiempo no hablábamos y nos hemos dado cuenta de las ganas de volver a vernos y celebrar lo que sea, pero celebrar la vida juntxs. Miles de personas han vuelto a disfrutar de aquellas actividades que no cabían en sus agendas: leer, pintar, componer, cocinar, tejer, esculpir, tocar instrumentos, escuchar música, etc; ¡incluso aburrirse! Es tan importante dejarse espacios vacíos, momentos de aburrimiento, momentos de pausa para respirar, soñar, meditar…

Otras personas han hecho pan, leche, yogures, productos de limpieza, cosmética, han aprovechado materiales para manualidades con los peques, reparado cosas averiadas, liberado espacios de cosas que no son útiles; también han germinado legumbres e incluso han iniciado un huerto en casa o en el jardín…
Y la clave de todo esto es el T I E M P O. Nos hemos topado cara a cara con él y ahora se nos hace un tanto extaño reconquistarlo.
Tiempo y velocidad
Hoy en día, la mayor parte de las personas desean un trabajo bien remunerado, viajar a los confines del mundo, hacer miles de cursos de formación, másters online, webinars gratuitos, ir al gimnasio, a yoga, al terapeuta, a zumba, ir a la moda, mantenerse activxs en las redes sociales, perderse en pinterest, ver la televisión, películas, las series de moda, etc. Deseamos alcanzarlo todo y no perder ni un solo momento de nuestro preciado tiempo.
Vivimos en una sociedad idólatra del tiempo. Sentimos que es vital hacer más en menos tiempo; creemos que lo rápido es lo más adecuado e inconscientemente aumentamos la velocidad de nuestros actos.
Por si fuera poco, cuando hacemos una actividad estamos pensando en la siguiente y saltamos de una a otra sin pausa. Es como si nos subiésemos en un tren de alta velocidad que no hace paradas.
En palabras de Carl Honoré “el resultado es una corrosiva desconexión entre lo que queremos de la vida y lo que, de una manera realista, podemos tener, lo cual alimenta la sensación de que nunca hay tiempo suficiente”.

Y esto nos angustia. Sentimos que se nos escapan las horas, los días y la vida. Y lo que hacemos es seguir ocupando huecos de nuestro día con más actividad. Nos exigimos y nos frustramos por no alcanzar los objetivos, los estándares, y en muchas ocasiones enfermamos.
Cada vez más población sufre estrés. Incluso lxs niñxs se ven atrapadxs en estas carreras a contrarreloj.
Y sin embargo, los días siguen teniendo 24h
Antes de que los relojes existieran (especialmente los mecánicos), las personas se regían por los ritmos de la naturaleza. Distribuían su jornada en función de la luz solar, plantaban y cosechaban en función de la estación, comían alimentos de temporada, disfrutaban de la comunidad, festejaban las estaciones, los trabajos y sus frutos, compartían, intercambiaban conocimientos, alimentos y trabajos.
Durante la Revolución Industrial el tiempo empezó a tomarse muy en serio. Los nuevos empresarios, sumergidos en el capitalismo industrial, se esforzaron por maximizar la productividad del trabajo, por producir más en el menor tiempo posible con el fin de vender los productos cuanto antes para convertir pronto el capital en beneficio y volver a reinvertirlo consiguiendo a su vez mayores ganancias; en otras palabras, el objetivo era crecer en el menor tiempo posible y más rápido que la competencia.

Paralelamente surge la visión economicista del tiempo y su percepción como un bien preciado que no puede perderse ni desperdiciarse sino que debe ahorrarse. En otras palabras, el tiempo es un producto, un artículo precioso, escaso e irrecuperable. De hecho, la famosa frase “El tiempo es oro” es de esa época.
Fue entonces cuando se puso en marcha el sueño del crecimiento infinito, el capitalismo y la política económica, y posteriormente respaldados por la aparición del marketing y el nacimiento de la sociedad de consumo.
Desde entonces, velocidad y progreso van de la mano y los asumimos como necesarios.
Sería ridículo decir que los relojes sean los responsables de todas las prisas de nuestro día a día; más bien debemos apuntar a nuestra percepción del tiempo (como algo lineal y un recurso finito) y a la gestión del mismo (llenar las horas con múltiples actividades que quizás no sean las que verdaderamente necesitamos).
Vivir aquí y ahora
Nos han inculcado creencias sobre lo valioso que es el tiempo y la importancia de no malgastar ni un minuto. Sin embargo, todo esto no lleva sino nuestra propia desconexión que antes mencionábamos, como si huyéramos de nosotrxs mismxs. Estamos tan centradxs en hacer y pensar que no nos paramos a sentir. No vivimos el presente, el aquí y ahora, que es donde habitamos.
Y aunque podamos mantener las agendas casi igual de ocupadas con otro tipo de actividades, lo cierto es que esta situación de “pause” es una invitación a parar, desacelerar, de volver a la calma, a lo esencial. Solo así podremos valorar lo realmente importante, escucharnos, sentirnos, redescubrirnos a nosotrxs mismxs y conectar con lo que somos.
Preguntémonos quiénes somos, qué queremos realmente ¿Estamos haciendo con nuestro tiempo lo que realmente nos gusta? ¿Qué puedo hacer yo en todo esto?
Y desde ahí, desde la autenticidad de cada persona, podremos aportar al mundo lo que verdaderamente necesita ahora y a partir de este momento tan crucial.
Ahora que el mundo se ha parado, ¿te subes y sumas?
“Recuerda que de la conducta de cada uno depende el destino de todos” (Alejandro Magno)