plastico gran invento terrible

Querido plástico, tenemos que hablar

Querido plástico,

Tenemos que hablar. Creo que lo nuestro se ha nos ha ido de las manos y no me gusta la dependencia que has generado en mi vida hacia ti. Vale, quizás he hecho demasiado caso a lo que decían de ti…

Pero no es por ti, es por mí. Tienes que seguir tu camino en donde realmente haces falta y no es en esta relación tóxica y asfixiante.

A veces creo que hasta deliro: te veo en todas partes, vaya donde vaya y en las más variopintas situaciones y eso, eso no puede ser sano….

Un saludo,

Yo, sembrando futuro.

Muchas veces se tacha al plástico casi como el invento del mismísimo diablo cuando el problema es otro…

En este post te cuento por qué es un gran invento del que necesitamos “desengancharnos”

¿Sabemos qué es el plástico?

Los plásticos son materiales fabricados por polímeros o macromoléculas compuestas por la repetición de muchas unidades (monómeros).

En la naturaleza, podemos encontrar polímeros, como por ejemplo, la celulosa, el caucho o la seda que de manera natural muestran propiedades plásticas como elasticidad, flexibilidad y capacidad de ser moldeados.

Los primeros plásticos

A finales del siglo XIX, era muy habitual jugar al billar pero por aquél entonces las bolas estaban hechas de marfil y empezó a haber problemas con la población de elefantes. Es por eso que una empresa estadounidense productora de bolas de billar, no sabemos si por amor a los elefantes o por no quedarse sin materia prima, ofreció una jugosa recompensa económica a la persona que crease bolas de billar con otro material.

Una de las personas que se puso a investigar para encontrar un sustituto al marfil fue John Hyatt. Se basó en un tipo de plástico anterior, la parkesina (que no tuvo mucho éxito comercial debido a su elevado costo de producción), para crear el celuloide. Y aunque el material no acabó de convencer para fabricar las bolas de billar, muy pronto se aprovechó para otros usos gracias a su versatilidad y menores costes de fabricación.

Con estas materias plásticas comenzaron a fabricarse numerosos productos que permitían sustituir la materia prima natural, que en muchos casos provenía de animales, como el caso del marfil, el caparazón de tortuga o el coral. Se utilizaron para peines, dentaduras, monturas de gafas, bolas de ping pong y películas fotográficas (de ahí el nombre de Celuloide a la industria del cine y la fotografía).

Posteriormente se produjo un hito en la historia del plástico (y de la humanidad) con la creación de la baquelita, el primer plástico totalmente sintético y, además, termoestable, aislante y resistente al agua, a ácidos y al calor moderado, características muy interesantes para el aislamiento y protección de aplicaciones eléctricas, por ejemplo, que hasta entonces se protegían con goma shellac, producida por unos gusanos de los bosques de la India y Tailandia.

En este caso, también venía a dar un respiro a los animales.

¿Y qué pasó después?

Básicamente se hicieron estudios químicos que permitieron la creación sintética del plástico a partir polímeros petroquímicos y se pudo constatar las maravillosas características de este plástico:

  • Fáciles de fabricar
  • Con bajos costos de producción
  • Muy fáciles de trabajar y modelar
  • Son muy ligeros
  • Suelen ser impermeables
  • Pueden ser buenos aislantes eléctricos, acústicos y térmicos
  • Y resistentes a la corrosión y a muchos elementos químicos

Y gracias a todas estas características, los plásticos tienen aplicaciones muy variadas y no solo han permitido aligerar el consumo de materias de origen animal sino también el peso de los medios de transporte (ahorrando así emisiones), empaquetado de productos alimenticios seguros y sin trazas (por ejemplo, alimentos sin gluten), prótesis, material médico, dispositivos eléctricos y electrónicos más ligeros…

Entonces, ¿dónde está el problema con el plástico?

Pues que se nos ha ido de las manos…

Durante la Segunda Guerra Mundial, ante la escasez de materias primas naturales se priorizó la producción de alternativas sintéticas. De hecho, el plástico fue especialmente utilizado para la producción de material bélico como paracaídas, transporte, artillería, uniformes, etc.

Las industrias se encontraban en producción constante de objetos sintéticos para satisfacer la gran demanda del momento. Después de la guerra, se buscó la manera de aprovechar esa producción de plástico (y evitar el cierre de las fábricas) y adaptarla a otro tipo de objetos. Objetos que serían fabricados en serie, con bajo coste de producción y con precios accesibles a muchas personas. Y todo en un marco histórico de postguerra y carencia.

Fue así cómo poco a poco fue entrando el plástico en las casas bajo la forma de menaje del hogar, ropa, juguetes, bolsas, herramientas, como material de oficina, etc. Además de extenderse a otros sectores como la industria, la agricultura, la construcción, maquinaria industrial, transporte, sector eléctrico…

Sin embargo, la producción de objetos era imparable y la rotación de productos era insuficiente. Por lo que, como ya intuimos por dónde van los tiros, las técnicas de marketing ayudaron a los consumidores a convencerse de que necesitaban consumir constantemente. Y como no era suficiente, hubo que inventarse un nuevo hábito: el de usar y tirar.

«Una vida de usar y tirar». Revista Live, 1955

Y fue así, basándose en el bajo precio de los objetos de plástico y la comodidad de no lavarlos, repararlos ni conservarlos como empezamos a generar un problema que se nos ha ido de las manos.

Porque nadie nos explicó que ese plástico que podemos usar, literalmente durante unos segundos, dura en realidad casi una eternidad y que va a seguir ahí fuera, existiendo en algún lugar del planeta. Sospecho que ni los creadores del invento fueron conscientes del alcance y consecuencias que tendría el plástico.

Porque el plástico no se biodegrada, es decir, no se descompone en partículas orgánicas, sino que se va rompiendo en unidades plásticas cada vez más pequeñas que no desaparecen. Y el plástico duro puede permanecer intacto durante muchos años (y tampoco va a descomponerse en algo natural que la Tierra pueda asimilar, sino que se irá reduciendo en tamaño).

Las bolsas de plástico son un gran problema para el medio ambiente

Nadie nos explicó hasta hace poco las primeras consecuencias de la basura plástica en la naturaleza y todavía no sabemos cuál será el alcance real de las consecuencias a largo plazo tanto en las personas como en los ecosistemas. Pero sí sabemos que su consumo sigue creciendo de manera exponencial.

Y aunque en 1997 el marinero e investigador Charles Moore avistó una gran mancha de basura en el océano, se ha tardado en hablar de la misma y apenas hay iniciativas que estén trabajando en su limpieza (desde entonces, su tamaño se ha multiplicado por 5 y se han descubierto otras 3 islas de basura).

Porque nos creímos que con depositar un objeto plástico en una papelera o contenedor (con suerte en el correspondiente) ya estaba todo arreglado y que nosostrxs, como consumidores, habíamos cumplido nuestra obligación.

Todavía hoy en día nos venden el plástico como supuesto remedio para el cuidado del medio ambiente y que una forma de realizar una producción sostenible es a través del reciclaje, cuando vemos que, en realidad, solamente un pequeño porcentaje se recicla y una gran parte acaba en vertederos y océanos.

Y sí, el plástico es  maravilloso. Es un gran invento que, como hemos visto, nos permite grandes avances en algunas áreas, pero estamos abusando de su uso. El plástico está en nuestro día a día, en todo lo que nos rodea y hemos generado una enorme dependencia con él.

Y ahora ¿qué hacemos?

Como consumidores nos toca recapacitar y cambiar nuestros hábitos de consumo: repensar por qué consumimos, qué tipo objetos (sean plásticos o no), con qué materiales están elaborados, dónde y por quién, cuál va a ser su vida útil y qué va a pasar con ellos cuando no podamos usarlos más, dónde compramos… También nos toca exigir a las empresas, productores y legisladores que empleen otro tipo de materiales tanto en sus productos como en el empaquetado, que se regule el uso de plásticos, que se haga un reciclaje más efectivo, etc.

Y si crees que no sirve de nada, fíjate cómo las grandes marcas empiezan a ponerse las pilas y a modificar sus productos para adaptarse a la demanda (aunque muchas veces esté el greenwashing por detrás), o cómo se generan debates, recogidas de firmas y nuevas leyes para eliminar plásticos (sí, lo sé, la regulación va desesperadamente lenta y llegamos tarde… pero podemos cambiar ya la forma de consumo en muchas áreas antes de que nos obligue una ley).

El futuro será ecológico o no será

El plástico existe desde hace poco más de un siglo y apenas hace unos años que ha saltado la voz de alarma. La contaminación marítima es horripilante, la pérdida de biodiversidad animal por causa de la ingesta de plástico o problemas relacionados (como las redes fantasma, que quedan perdidas en el mar y en las que se quedan atrapados hasta la muerte muchos animales marinos) no hace más que aumentar, tenemos microplásticos hasta en la sopa, literalmente (a través de la sal de mesa, el agua del grifo y embotellada, a través del pescado, el aire…).

Incluso si queremos pensar de manera más egoísta, y solo pensamos en nosotrxs, deberíamos tomar ya cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde.

Photo by Nick Bondarev 

Existen alternativas al plástico y existe mucha literatura sobre qué hábitos más ecológicos deberíamos integrar en nuestro día a día.

Así que la pelota está en nuestro tejado

¿Vas a mirar hacia otro lado?


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